Por todos es conocido el éxito que supuso aquel novedoso programa de televisión, en el que varios completos desconocidos, ingresaban en una academia y se les preparaba para “ser artistas”. OT, tras algo más de 15 años de historia (con sus aciertos y fracasos), supuso en realidad el regreso de los programas musicales a la parrilla televisiva, aunque en un formato desconocido para los españoles de entonces. Programas como Música sí, Séptimo de Caballería, Tocata, Rockopop, habían informado y animado a las generaciones de espectadores de los 80 y 90. Gracias a ellos, cantantes y grupos presentaban sus correspondientes trabajos y hacían promoción de sus discos de una forma muy directa; con un canal y medio de televisión en España, si alguien tenía encendido el televisor, estaba conociendo tu trabajo discográfico.
Si hubo un programa que se ocupara de la actualidad musical de una forma moderna y transgresora, ese fue “La edad de oro” de la desaparecida Paloma Chamorro. En él se daban cita los emergentes grupos de lo que se llamó “la movida madrileña” de los primeros 80, junto con artistas plásticos, cinematográficos o incluso escritores. Cultura en la televisión pública.
A comienzos de los 90 llegaron las televisiones privadas, y la oferta musical televisiva parece que conoció su última edad de oro para caer en el olvido poco después. Casi de la noche a la mañana, la música desapareció de las pantallas televisivas. Los artistas españoles (e internacionales) dejaron de tener su hueco en una programación que empezaba a orientarse hacia el mundo rosa y del corazón.
Pero en el año 2001, comenzó un nuevo programa musical, en el que jóvenes desconocidos elegidos tras un casting a nivel nacional, competirían por conseguir “una carrera musical” e incluso representar a España en el Festival de Eurovisión. De pronto, la atención del público español se centró en sus concursantes, que gala tras gala, interpretaban clásicos de ayer y hoy conocidos por todos. Y esto trajo consigo un fenómeno algo extraño. La música volvía a la televisión, pero en forma de karaoke. Mientras los artistas españoles no tenían un hueco en la parrilla (esto se solucionó poco tiempo después, cuando en OT se introdujeron actuaciones musicales de artistas consagrados), unos niños desconocidos interpretaban sus temas cual karaoke televisivo. Y lo que levantó más revuelo… comenzaban a hacerse muy famosos e incluso eran números uno en las listas de ventas de discos. Muchos artistas de la época renegaron del formato. Renegaron de “los triunfitos”. Pero se dio otro fenómeno curioso; los concursantes volvieron a visibilizar en televisión los éxitos de unos artistas que ya no tenían su espacio en las pantallas, con el consiguiente beneficio económico.
Guste o no, OT trajo de vuelta la música a la televisión y vuelve a hacerlo años después, tras un tiempo en el que el formato ha sido copiado y reinventado en infinidad de ocasiones. Puso sobre la mesa un debate, en pleno auge de la piratería. Si ellos vendían millones de discos… ¿Qué estaba pasando en la industria discográfica española? Y eso que la música digital y las plataformas online aún no se habían inventado.
A lo mejor no es tarde para volver a crear espacios televisivos en los que artistas consagrados y noveles, puedan exponer su trabajo al público.
Larga vida a la música.
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