Cada vez que entramos en un restaurante, percibimos la experiencia de comensal desde el mismo momento en que entramos por la puerta. El olor, la ambientación musical, la iluminación, el mobiliario, la presencia de los camareros (y clientes) son la carta de presentación. Nuestros sentidos están más agudizados que nunca porque a este tipo de establecimientos llegamos con hambre y sed y esas necesidades fisiológicas primarias activan el sistema de alerta y búsqueda y por tanto se aumenta al máximo la energía dedicada al análisis del entorno. Estamos tensos, expectantes porque nos den una mesa rápido y nos atiendan.
La conducta dentro de este tipo de establecimientos atiende a una necesidad primaria y, por tanto, las marcas que la satisfacen deben cuidar estos aspectos y sobre todo, alinearlos con su propuesta de valor, modelo de negocio y valores corporativos. Y es que no es lo mismo una taberna que un restaurante con estrella Michelín. Ambas propuestas son igual de válidas y, a grandes rasgos y con grandes matices, tienen el objetivo de satisfacer esa necesidad.
Pero todos estos elementos de la experiencia de comensal deben ser congruentes con el tipo de gastronomía, ticket medio, etc. Porque si la decoración es de restaurante de lujo y después recibimos en la mesa un producto de bar, la decepción del comensal será inmediata. Al revés es diferente. Con el tiempo, han ido proliferando propuestas que juegan con una decoración sencilla, dejada en apariencia y sin extravagancias decorativas pero con una gastronomía espectacular. La congruencia es el camino pero se puede jugar con ella. Y ello también afecta a la música que va a sonar de fondo. No es lo mismo el jazz que el chillout o la música latina o el rock.
Otro elementos como la distribución de esa música por franjas horarias es una ventaja que tiene la ambientación musical. La decoración de un restaurante no se puede cambiar según el momento del día pero la música permite modificar el ambiente de forma casi contínua.
Ahí es donde entran profesionales que descifran el adn musical de la marca y como alinear la música con su propuesta de valor para que el cliente objetivo se sienta como en casa pero en un mundo nuevo. Ahí está el arte de este trabajo.
Otro elemento es el volumen. Mientras en restaurantes de lujo la música desempeña un papel más discreto -aunque ello no significa que deje de influir en el comensal sino que se adapta al volumen del ambiente general- en restaurantes más informales la música puede tener un volumen más elevado e incluso llegar a ser uno de los protagonistas ambientales.
Recuerdo un restaurante oriental situado al lado del Manhattan Bridge en Nueva York que tenía música electrónica occidental a un volumen muy elevado durante su servicio de cenas. Y lejos de resultar estridente, los comensales se sentían más eufóricos con ella hablando entre ellos casi a gritos, porque esta acompañaba y potenciaba la inmersión en un mundo gastronómico nuevo.
En este caso la ruptura de las reglas establecidas (volumen elevado para un tipo de restaurante así y un tipo de música que tampoco tenía nada que ver con el mundo oriental) generó un efecto positivo. Pero este ejemplo que lleva al éxito de una propuesta de experiencia de cliente conlleva sus riesgos y hay que estar muy seguro.
No vale la pena entrar a clasificar qué tipo de música es mejor para uno u otro tipo de restaurante. Eso depende de muchos factores. ¿Quieres conocer la más adecuada para el tuyo? En Grupo Motiva te invitamos a realizar este rápido test y nuestro psicólogo y musicólogos te enviarán el feedbak musical en base a tus respuestas y en base a la información que extraigan de tu web o cualquier otra de la red. Tenemos amplia experiencia ambientando restaurantes de todo tipo, desde los bares más sencillos hasta estrellas Michelín. Y en todos la ambientación musical juega un papel crucial. Porque todos cuidan su experiencia de cliente. Y cuidarla significa dejar cada uno de sus elementos en las mejores manos.
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