De la misma manera que la música influye de varias formas en la velocidad de nuestros pasos cuando recorremos un negocio (precisamente de esto hablamos en este artículo) y, por extensión, a nuestro comportamiento de consumo, lo mismo ocurre sobre nuestra percepción y emociones mientras comemos. Este fenómeno ha sido estudiado en el campo de la neurociencia y la psicología del consumo, revelando varias conexiones entre la música y el acto específico de comer. Y, ¿Qué aspectos clave encontramos en la exquisita relación entre música y deglución?:
1. Velocidad de consumo
Tal y como te comentaba en la introducción, la velocidad y el ritmo de la música afectan la velocidad a la que las personas comen. La música rápida tiende a hacer que las personas coman más rápido, mientras que la música lenta puede alentar un ritmo de consumo más pausado.
Esto ocurre porque la música rápida aumenta el ritmo cardíaco y crea una sensación de urgencia, mientras que la música lenta induce una atmósfera más relajada. Un ejemplo claro de esto lo encontramos en locales de comida rápida donde sus encargados buscan aumentar la rotación de clientes, es decir, que consuman rápido para que dejen su espacio a otros nuevos y así poder alinearse con la estrategia comercial que implica menos margen compensado con mayor volumen de ventas. Pero esta relación también afecta a la cantidad de lo que comemos:
- Música rápida: aumenta el consumo de alimentos, ya que se genera un ambiente más dinámico y las personas tienden a comer más rápido y, a veces, inconscientemente más cantidad. Estudios han encontrado que cuando la música es suave y relajante, las personas tienden a comer menos en comparación con entornos donde la música es alta o estresante. Esto está relacionado con el estado emocional que la música evoca. La música suave puede crear un ambiente más tranquilo, donde las personas prestan más atención a la cantidad de comida que consumen y a cómo se sienten después de comer.
- Música lenta: Ayuda a que la gente disfrute más de su comida, masticando más lentamente y, por lo tanto, siendo más consciente de las señales de saciedad, lo que puede llevar a consumir menos.
2. Sabor percibido de los alimentos
La música también puede alterar la forma en que las personas perciben el sabor de los alimentos. El tono, el volumen y el estilo musical pueden modificar las sensaciones gustativas:
- Música clásica o relajante: Suele asociarse con una percepción más positiva del sabor de los alimentos. Esto puede deberse a que genera un entorno más placentero, lo que permite una mayor atención al sabor y la textura de los alimentos.
- Música alta o agresiva: Puede distraer la atención del sabor y, en algunos casos, disminuir el disfrute general de la comida.
4. Selección de alimentos
La música también puede influir en las decisiones de qué alimentos consumir. Por ejemplo:
- Música animada o con ritmos rápidos: Puede incentivar la elección de alimentos rápidos o menos saludables, como comida rápida o snacks, debido a la conexión con ambientes de consumo más dinámicos o festivos y a una conducta asociada más impulsiva.
- Música suave y calmada: Está asociada con una selección de alimentos más saludables, como platos de comidas más elaboradas y balanceadas. Esto ocurre porque la música tranquila genera un ambiente que favorece elecciones más conscientes.
5. Experiencia culinaria
En los restaurantes y establecimientos de comida, la música forma parte del ambiente que define la experiencia del cliente. Los restauradores seleccionan cuidadosamente la música para influir en cómo los comensales perciben el lugar y su comida. Por ejemplo:
- Música ambiental o instrumental: Mejora la experiencia global de la comida, haciendo que las personas se sientan más relajadas y satisfechas. Ejemplo claro de ello es la elección del jazz en restaurantes con una propuesta de valor elevada.
- Música temática (ej. música regional): Puede potenciar el disfrute de platos tradicionales, ya que conecta al comensal con el origen cultural de la comida, creando una experiencia más inmersiva y alineada entre ambos estímulos.
6. Efectos emocionales
La música tiene un poderoso impacto en las emociones y puede cambiar el estado de ánimo de los comensales. Esto, a su vez, influye en el comportamiento alimentario:
- Música alegre o positiva: Puede aumentar el estado de ánimo y hacer que las personas disfruten más de la comida y de la compañía, prolongando la comida.
- Música triste o melancólica: Aunque en algunos casos puede hacer que la gente coma más rápido o de manera menos consciente, en otros puede fomentar el comer emocional, lo que lleva a consumir más cantidad o alimentos más indulgentes.
7. Entornos sociales
Finalmente, la música fomenta un entorno social más activo, lo que afecta cómo se come en compañía. En entornos con música animada, las personas tienden a pasar más tiempo socializando que prestando atención a la comida, lo que puede conducir a un consumo inconsciente. Sin embargo, también puede hacer que las personas disfruten más del evento, elevando su satisfacción global.
En resumen, la música tiene un impacto multidimensional en la alimentación, desde cómo percibimos los sabores hasta las decisiones sobre qué y cuánto comer. Esto resalta la importancia de los entornos sonoros en los que comemos y cómo la música puede ser utilizada estratégicamente en restaurantes y en el hogar para mejorar la experiencia alimentaria.
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