A finales del s. XIX, Ivan Pavlov, un médico ruso, observó casualmente que a los perros que tenía en su laboratorio les bastaba oír los pasos de la persona que les traía la comida para comenzar a salivar.
Parecía que los perros habían aprendido así a anticipar la comida. Pavlov comenzó a estudiar este intrigante fenómeno y se preguntó si cualquier otro estímulo como por ejemplo el sonido de una campana, podía provocar la salivación si se unía a la presentación de la comida. La forma más simple de condicionamiento clásico recuerda lo que Aristóteles llamaría la ley de contigüidad: «Cuando dos cosas suelen ocurrir juntas, la aparición de una traerá la otra a la mente».
El experimento dio los resultados esperados y varios días después los perros comenzaron a salivar con tan solo escuchar el sonido de la campana y aunque no hubiera comida. Se había producido una asociación entre dos estímulos que, en principio, no tenían ninguna relación. Este experimento dio lugar a la conocida como teoría del condicionamiento clásico, también llamado condicionamiento pavloviano o modelo Estimulo-Respuesta (E-R) el cual es un tipo de aprendizaje asociativo.
El poder del sonido se ha usado en el aprendizaje por su gran capacidad para ser percibido por los animales y el ser humano. Y es que, a diferencia de otros sentidos como la vista, el sonido es captado de forma pasiva y activa, es decir, escuchamos aunque no queramos.
Y en el ámbito de los negocios, las marcas que cuidan su experiencia de cliente son conscientes de ello y cuentan con una ambientación musical pensada para influir de forma positiva en sus clientes. Y lo hacen usando esos mismos principios de Pavlov. Por un lado, la música en sí puede ser el estímulo incondicionado que provoca la respuesta condicionada de placer. Y, por otro, cuando un consumidor asocia la música a una experiencia positiva, se convierte en un estímulo condicionado que siempre le recordará al lugar en el que sintió esa sensación tan agradable.
Además, el uso de sonidos que se refieren a elementos presentes ya sea en la experiencia de cliente y/o en los productos en sí, se ha convertido en un arma más para la venta. Así, por ejemplo, un supermercado que emita sonidos del mar cuando el cliente se acerca a la zona de pescadería, logrará que este genere la imagen del mar en su mente, active su memoria y, por tanto, sus experiencias cerca de él y ello le evoque sensaciones y emociones positivas que aumentarán las probabilidades de acercarse y adquirir algún producto relacionado con ese recuerdo positivo.
Así pues, gran parte de nuestras conductas son aprendidas y en numerosas ocasiones se aprenden por condicionamiento, es decir, descubrimos que lo que hacemos tiene consecuencias positivas o negativas, y somos capaces de anticipar dichas consecuencias y, de acuerdo con ello, modelar nuestra forma de comportarnos.
En Grupo Motiva somos muy conscientes del valor que tiene el aprendizaje con el sonido para tu negocio. El poder del audio para influir en el comportamiento de tus clientes resulta crucial para tus aspiraciones como marca. ¡Contáctanos y te informaremos sin compromiso!
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